LA PRILOCAÍNA, UN VIEJO-NUEVO ANESTÉSICO EN CIRUGÍA MAYOR AMBULATORIA.
Arantza Artetxe Andrés y Roque Guillén Casbas.
Servicio de Anestesia y Reanimación. Complejo Hospitalario de Navarra
** INTRODUCCIÓN **
La cirugía mayor ambulatoria (CMA) ha presentado un considerable aumento en los últimos años y, dejando a un lado la controversia acerca de la anestesia general versus anestesia locorregional, respecto a esta última ha resurgido en la última década un interés por los “nuevos-viejos” anestésicos locales, en la búsqueda del anestésico ideal (1).
En una revisión realizada por Martín López et al (2) observan que, preferentemente, los artículos hasta el año 2010 comparan la técnica anestésica intradural con anestesia general o bloqueos periféricos y que, a partir de 2010, los estudios se centran en comparar diferentes anestésicos locales con diferentes dosis y coadyuvantes para intentar disminuir los efectos no deseados. Para los autores, las técnicas espinales son una opción válida en CMA, adecuando la técnica a los pacientes y a los procedimientos.
Las ventajas que puede mostrar la anestesia espinal respecto a la general para el paciente ambulatorio incluyen: rapidez en el tiempo de realización, bajo riesgo de náuseas y vómitos postoperatorios, bajo riesgo de complicaciones cardiopulmonares y mejoría en las escalas de dolor, con menor necesidad de analgésicos en la unidad de recuperación postanestésica (3,4). Sin embargo, puede tener complicaciones (3) como cefalea postpunción dural, complicaciones hemodinámicas, inmovilización prolongada y retención urinaria, por lo que el perfil del anestésico local ideal para CMA incluiría: rápido inicio de acción, adecuada duración del bloqueo sensitivo, rápida y predecible recuperación del bloqueo motor y mínimos efectos adversos (1,5). Durante muchos años fue la lidocaína el anestésico local utilizado pero su uso se abandonó por su alta asociación con la aparición de “síntomas neurológicos transitorios” (TNS). Algo similar ocurrió con la mepivacaína. También se han utilizado anestésicos de mayor duración de acción como bupivacaína, levobupivacaína y ropivacaína, a bajas dosis, pero la duración del bloqueo y la tasa de fallos son variables en función de la dosis utilizada (1,4,5). De ahí el interés en “rescatar” “viejos-nuevos” anestésicos locales de corta duración como articaína y cloroprocaína y de duración intermedia como prilocaína.
La articaína solo está disponible en nuestro medio en una presentación con epinefrina, siendo utilizada mayormente en anestesia dental, por lo que no nos referiremos a ella. Haremos una muy breve referencia a la 2-cloroprocaína y una amplia revisión de la prilocaína, comercializada desde 2013 al 2%, hiperbárica, en ampollas de 5 ml. Para ello, realizamos una revisión clínica en PubMed, hasta junio de 2018, con el objetivo de conocer el estado actual del uso de anestésicos locales de corta duración en cirugía mayor ambulatoria, con los siguientes términos de búsqueda: prilocaine, 2-chloroprocaine, short-acting local anesthetics, spinal anesthesia, day surgery, ambulatory surgery. A posteriori se realizó otra búsqueda con los términos postoperative urinary retention y transient neurologyc symptoms.
** 2-CLOROPROCAÍNA **
La 2-cloroprocaína es un anestésico local del grupo de los aminoésteres, de rápido inicio de acción y corta duración, que fue inicialmente aprobado por la FDA para bloqueos periféricos y anestesia epidural; posteriormente se utilizó para anestesia espinal (6). La popularidad de la lidocaína y la publicación de varios casos de neurotoxicidad posiblemente secundaria a un conservante, el bisulfito sódico, y a su bajo pH, hizo que su uso decayera. En Europa está disponible en una preparación al 1%, libre de aditivos y se ha propuesto para procedimientos cortos (de unos 45 minutos de duración). Aunque hay estudios (3,7) que la comparan con articaína y dosis bajas de bupicavaína, en los que se observa un claro descenso en el tiempo para la recuperación del bloqueo, y con lidocaína, que muestran similar inicio de acción y recuperación del bloqueo pero menor incidencia de TNS, el número de pacientes es pequeño. Se necesitan más estudios de dosis, que lo comparen con prilocaína, que confirmen que el fármaco es seguro y que causa menos TNS que lidocaína.
** PRILOCAÍNA **
La PRILOCAÍNA (n-(2metilfenil)-2-(propilamino) propanamida), fue introducida inicialmente en 1960. Se utilizó para infiltraciones, bloqueo de nervios periféricos y anestesia epidural. Las primeras publicaciones acerca de su uso intratecal datan de 1965 y, a pesar de que la calidad del bloqueo fue adecuada, segura y satisfactoria, fue desbancada enseguida por la popular lidocaína. Se retiró del mercado en 1978 por causas comerciales y por su escasa estabilidad durante el proceso de fabricación (7). En 2005 resurgió y, dada su menor asociación a TNS se propuso como alternativa a la lidocaína (8). Está comercializada al 2% en su forma isobárica en algunos países y en forma hiperbárica en el nuestro.
Es un anestésico local de tipo amida, de duración y potencia intermedia y rápido inicio de acción. A diferencia de la lidocaína, que es una amina secundaria, la prilocaína es una amina terciaria, lo cual le confiere ventajas en términos de toxicidad. Su gran aclaramiento (el mayor de los anestésicos locales de tipo amida, más del doble que el de la lidocaína) y su gran volumen de distribución son responsables de una considerable menor concentración plasmática que lidocaína y mepivacaína tras anestesia regional. Por lo tanto, es raro que se alcancen concentraciones tóxicas, siendo la dosis máxima recomendada el doble aproximadamente que la lidocaína (7,8).
Su unión a proteínas plasmáticas es del 55% y su biodisponibilidad en el lugar de aplicación es del 100%.
Se metaboliza en el hígado por hidrólisis a o-toluidina y N-n-propilalanina. La o-toluidina se hidroliza a 2-amino-3-hidroxitolueno y a 2-amino-5-hidroxitolueno, metabolitos responsables de la aparición de metahemoglobinemia. Se necesita una alta dosis de prilocaína (mayor de 600 mg) para producir una metahemoglobinemia clínica en el adulto sano, que se trataría con azul de metileno a dosis de 1-2 mg/kg. Las bajas dosis utilizadas en la anestesia espinal no producen suficiente o-toluidina como para poner en riesgo a estos pacientes (8). La semivida de eliminación terminal de la prilocaína es de 1,6 horas.
Como hemos comentado anteriormente, la solución disponible en nuestro medio es hiperbárica. Sabemos que la baricidad de los AL afecta a su extensión intratecal. Las soluciones hiperbáricas tienden a extenderse más rápidamente y con menor variación en el máximo bloqueo sensitivo y motor, es decir que el bloqueo es más predecible y además su reversión es más rápida (8). En este sentido, Camponovo (9) comparó 2 dosis de prilocaína al 2% hiperbárica, de 40 y 60 mg, con una dosis de 60 mg de prilocaína al 2% isobárica para conseguir un bloqueo de T10. Aunque el tiempo en alcanzar el nivel de bloqueo sensitivo es similar con las 3 dosis, hay un 20% de fallos con 60 mg isobárica y un 3% con 40 mg hiperbárica. Con las 2 dosis hiperbáricas se consigue significativamente menor tiempo para alcanzar el bloqueo motor, menor tiempo en alcanzar en máximo nivel, menor duración del bloqueo motor y menor tiempo hasta la primera micción.
La formulación hiperbárica permite además realizar anestesia “unilateral”, es decir restringir el bloqueo en la mayor medida posible al lado intervenido (8). Manassero et al (10) compararon 50 mg de prilocaína hiperbárica para cirugía de hernia inguinal poniendo al paciente en supino tras la punción (grupo convencional) o dejándolo 10 minutos en decúbito lateral (grupo unilateral). Con este escaso tiempo consiguió solo un 12,5% de unilateralidad (bloqueo por debajo de S1 en el lado contralateral), pero en este grupo consiguió disminuir el tiempo hasta la primera micción.
Es importante señalar que no solo es importante la dosis sino también la posición en la que realizamos la punción. Con una misma dosis de 30 mg, Kaban (11), en un estudio comparativo de prilocaína hiperbárica con bupivacaína hiperbárica para cirugía perianal, consigue menor tiempo para la micción que Gebhart (12), en un estudio que comparaba diferentes dosis de prilocaína hiperbárica, (152±104 vs 211±33) y menor tiempo para el alta (155±100 vs 229±32). En el estudio de Gebhart, los pacientes permanecían 10 minutos sentados tras la punción mientras que en de Kaplan solo 2; en el primer caso, el anestésico ascendía menos, hasta un máximo de L4, y, en el segundo, más, hasta un máximo de T9. Como la duración del bloqueo es inversamente proporcional al nivel alcanzado, a igualdad de dosis, en el estudio de Kaplan, la recuperación es más rápida (8). Este es un aspecto a tener en cuenta en el paciente ambulatorio, es decir que, con la misma dosis, conseguiremos mayor nivel pero de menor duración si tumbamos enseguida al paciente o menos nivel pero de mayor duración si lo dejamos sentado unos minutos.
Estos resultados muestran que la formulación hiperbárica mejora los rasgos de la prilocaína en términos de rapidez de instauración del bloqueo y de reversión del mismo, permitiéndonos además un cierto grado de “anestesia unilateral”.
En la tabla anexa al final del artículo, se muestran los principales estudios que compararon o bien diferentes dosis de prilocaína o bien a la prilocaína con otros anestésicos locales en el paciente ambulatorio para cirugías de corta duración, fundamentalmente artroscopia de rodilla y otras cirugías de miembro inferior, cirugía de hernia inguinal, cirugía perianal superficial y profunda, resección transuretral de próstata y procedimientos ginecológicos. Es muy importante adecuar la dosis a los procedimientos, a su duración y al tipo de pacientes y, a la hora de comparar unos anestésicos con otros, han de utilizarse dosis equipotentes, aspecto que no se tuvo en cuenta en varios de ellos (13).
En la artroscopia de rodilla, Guntz et al (14) realizaron un estudio para conocer la ED50 de la prilocaína (mínima dosis eficaz, por debajo de la cual no es posible adecuada anestesia), que fue de 28,9 mg, y la ED90 (dosis adecuada para la cirugía en 90% de los casos, y con mínimos efectos secundarios), que fue de 38,5 mg. Proponen que 40 mg de prilocaína hiperbárica es la dosis adecuada para esta cirugía. Ambrosoli et al (15) compararon esta misma dosis con bloqueo periférico (femoral-ciático) con 25 ml de mepivacaína al 2% encontrando menor tiempo para el alta con la prilocaína intratecal. Black et al (16) compararon dosis menores, de 20 mg, isobárica, añadiendo 20 mcg de fentanilo, con 7,5 mg de bupicavaína isobárica más 20 mcg de fentanilo y vieron que la dosis también es adecuada, con menor tiempo de inicio, recuperación más rápida del bloqueo sensitivo y motor, menor tiempo para micción y menor hipotensión con prilocaína que con bupivacaína. Dosis mayores, de 60 mg, siguen todavía mostrando mejor perfil de recuperación que 15 mg de bupivacaína hiperbárica (Ratsch et al (17)) y que 12 mg de ropivacaína hiperbárica (Aguirre et al (18)) pero se asociaron a elevada incidencia de retención urinaria aguda en el estudio de Kreutziger et al (19) (23,3%). Hendriks (20) comparó 50 mg de prilocaína isobárica con 50 mg de articaína isobárica, con menor tiempo de recuperación para articaína.
En cirugía de hernia inguinal, Manassero et al (8), en el estudio citado anteriormente, vieron que la dosis de 50 mg de prilocaína hiperbárica fue adecuada para cirugía de hasta 60 minutos de duración.
En cirugía perianal, Gebhardt et al (21) realizaron un estudio comparativo para conocer la dosis adecuada y vieron que la dosis de 10 mg de prilocaína hiperbárica (punción con paciente sentado y esperando 10 minutos) es suficiente siempre que la incisión implique piel perianal, sea no mayor de 4×5 cm y no involucre más de 1 segmento anal. Estos mismos autores la compararon con 20 mg de mepivacaína hiperbárica y vieron que la prilocaína proporciona menor tiempo para micción espontánea y para el alta que la mepivacaína. Cuando la cirugía implicaba planos más profundos, Kaban et al (11) utilizaron dosis más altas, de 30 mg, asociado a 20 mcg de fentanilo. Al comparar esta dosis con 7,5 mg de bupivacaína hiperbárica al 0,5% con 20 mcg de fentanilo, los tiempos de recuperación fueron menores con prilocaína.
En procedimientos urológicos y ginecológicos hay menos estudios. Hampl et al (22) hicieron un estudio para valorar la incidencia de TNS en cirugía ginecológica de corta duración y compararon 50 mg de prilocaína hiperbárica con 50 mg de lidocaína hiperbárica y 15 mg de bupivacaína hiperbárica, encontrando tiempos de recuperación (de bloqueo sensitivo, motor y para primera micción) similares entre lidocaína y prilocaína, mucho menores que con bupivacaína. Con esta dosis de prilocaína consiguieron un nivel de bloqueo máximo de T6. En RTU de próstata, Plaja (23) comparó prilocaína hiperbárica al 5% (dosis de 1mg/kg) con mepivacaína hiperbárica al 2% (dosis de 0,8 mg/kg), con similares condiciones quirúrgicas pero menor duración del bloqueo con prilocaína. Ackaboy (24) comparó 50 mg de prilocaína hiperbárica más 25 mcg de fentanilo con 4 mg de bupivacaína hiperbárica más 25 mcg de fentanilo, con menos efectos secundarios y menor duración del bloqueo con bupivacaína. Podríamos pensar en este caso si las dosis elegidas son equipotentes. En el estudio de Camponovo(9) citado previamente, la dosis de 30 mg solo falló en 3% de los pacientes (la dosis de 60 mg consiguió nivel T10 en todos), por lo que la dosis de 50 mg, a la que además se añaden 25 mcg de fentanilo, parece excesiva para este tipo de pacientes, ancianos, sometidos a RTU. Son necesarios más estudios para establecer las dosis más adecuadas.
** MANEJO DE LAS PRINCIPALES CAUSAS DE INGRESO TRAS ANESTESIA ESPINAL EN CMA **
Analizaremos a continuación cómo podemos minimizar las dos causas más frecuentes de ingreso tras anestesia espinal en el paciente ambulatorio, que son, en primer lugar, el dolor y en segundo, la retención aguda urinaria (RAO) (2).
En lo que se refiere al dolor, en tres de los estudios mencionados se utiliza fentanilo como coadyuvante. Los estudios comparativos entre anestésicos locales con adición o no de coadyuvante, indican que la adición de fentanilo (10-25 mcg) mejora la analgesia postoperatoria y permite disminuir la dosis, consiguiéndose menor bloqueo motor (2). Así se refleja en los estudios de Black (16) (prilocaína más fentanilo vs bupivacaína más fentanilo en artroscopia de rodilla) y de Akcaboy (24) (prilocaína más fentanilo vs bupivacaína más fentanilo en RTU). El prurito fue un efecto secundario observado en ambos, con incidencia de 16 y 15% respectivamente, pero no requirió tratamiento en ningún caso. Se vió también que el fentanilo disminuye la incidencia de temblores en pacientes ancianos. En el estudio de Kaban (11) (prilocaína más fentanilo vs bupivacaína más fentanilo en cirugía perianal), a pesar de que en el grupo de prilocaína el bloqueo duró menos, las escalas de dolor y el tiempo para la administración del primer analgésico fueron similares. No refieren efectos adversos con la adición de fentanilo. Por lo tanto, vemos que la adición de fentanilo es beneficiosa pues permite disminuir la dosis de anestésico local, disminuyendo así el tiempo de bloqueo sin disminuir la analgesia postoperatoria y sin efectos secundarios importantes.
En cuanto a la retención aguda urinaria (RAO) (8,25,26,27), se define como la incapacidad para orinar un volumen de 600 ml. La función normal de la vejiga requiere contracción activa del músculo detrusor (por activación parasimpática) así como relajación de los esfínteres urinarios externo e interno (por inhibición simpática). Tanto la anestesia general como la espinal interfieren con la contracción del detrusor. En lo que se refiere a la anestesia raquídea, la capacidad para miccionar espontáneamente es la función que tarda más en recuperarse (precisa regresión del bloqueo sensitivo hasta el dermatoma S3). En la tabla observamos que varios de los estudios muestran un perfil favorable de la prilocaína ya que disminuye el tiempo para micción espontánea (Kaban, Gebhart, Black, Camponovo, Ratsch). En la aparición de RAO influye el anestésico local utilizado, pero también lo hacen otros factores que hay que tener en cuenta.
Los factores de riesgo clásicos de RAO son: edad avanzada, sexo masculino, disfunción prostática previa y cirugía ano-rectal, de hernia y procedimientos urológicos y ginecológicos.
Respecto a los anestésicos locales, con la 2-cloroprocaína no hay publicados casos de RAO; tampoco la lidocaína ni la mepivacaína se asocian a retrasos en el alta por RAO; con la bupivacaína hay mucha variabilidad en función de la dosis utilizada: se sugieren dosis menores a 6 mg para evitar RAO. Respecto a la prilocaína hiperbárica, la mayoría de los estudios, con 30, 40 o 60 mg no muestran casos de RAO; en el estudio de Kaban (11) (utiliza 30 mg de prilocaína hiperbárica con 20 mcg de fentanilo) hay 1 caso, que supone una incidencia del 4%. Sin embargo, el único estudio, realizado por Kreutziger (19), diseñado adecuadamente para estudiar la incidencia de RAO tras 60 mg de prilocaína hiperbárica en cirugía de miembro inferior, muestra una tasa elevada de RAO, del 23%; además encuentran que el sexo femenino y la edad por encima de 60 son factores de riesgo. Los mismos autores indican que quizás la dosis sea elevada para el tipo de cirugía (miembro inferior) y que utilizaron unos criterios “diferentes” para indicar el sondaje vesical. Consideran que se debe valorar el volumen de orina mediante ecografía cada hora tras la cirugía, de tal manera que indican sondaje vesical con un volumen de 600 ml si el paciente no micciona espontáneamente. Esto se basa en el hecho de que la sobredistensión de la vejiga por encima del volumen que produciría necesidad voluntaria de miccionar (en general > 600 ml) altera su funcionalidad y dificulta la capacidad de micción espontánea. Una vez vaciada, la vejiga recupera su función, aunque sobredistensiones de más de 2 horas se han asociado a disfunción vesical prolongada (26). De esta manera, la cirugía de más de 60 minutos de duración o la administración de fluidos intraoperatoria mayor de 750 ml se suman a los factores de riesgo de RAO (25).
La adición de epinefrina a los anestésicos locales parece aumentar la incidencia de RAO, pues aumenta la duración del bloqueo. No ocurre lo mismo con el fentanilo y el sufentanilo; hay varios estudios en los que su adición a diferentes anestésicos locales no retrasa la micción. Otros opioides como la morfina no están indicados en el paciente ambulatorio (27).
No hay que olvidar también que la utilización de fármacos anticolinérgicos, como la atropina, puede contribuir a la RAO.
Siguiendo una estrategia adecuada (anestésicos locales de corta duración, no adición de epinefrina, moderada administración de volumen), la mayoría de los pacientes sin factores de riesgo pueden realizar micción espontánea tras la cirugía. Por ello, hoy en día, en muchos centros no se exige micción antes del alta (26). Se les debe advertir que deben acudir al hospital si la micción no se realiza en 6-8 horas. Sin embargo, si hay factores de riesgo, hay autores que recomiendan ecografía si el paciente no ha miccionado a los 60 minutos de cumplir el resto de criterios de alta. Si el volumen urinario es mayor de 600 ml se indica sondaje y si es menor, se permiten otros 60 minutos adicionales. Algunos autores recomiendan evaluar también el volumen urinario en pacientes sin factores de riesgo, permitiendo el alta sin miccionar si el volumen urinario es menor de 400 ml.
Al comienzo de esta revisión hemos comentado que se abandonó el uso de lidocaína por su asociación a TNS, síndrome de etiología incierta que puede aparecer con otros anestésicos locales, aunque en menor medida. Consiste en la aparición de dolor o disestesia en región glútea que irradia hacia miembros inferiores y también a veces hacia región lumbar, que aparece en las primeras 24-48 horas posterior a una anestesia subaracnoidea y que se caracteriza por ser autolimitado (puede durar desde unas horas hasta una semana, con una media de 2-3 días) y por ausencia de compromiso neurológico y déficit posterior. Son factores de riesgo el uso de lidocaína, la posición de litotomía, la cirugía artroscópica de rodilla, la cirugía ambulatoria y la obesidad (28). Hay varios estudios que comparan la incidencia de TNS con lidocaína y con prilocaína que han mostrado diferencias significativas a favor de la menor incidencia con prilocaína. Si embargo, la incidencia es todavía menor con la bupivacaína. Un metaanálisis realizado por Eberhart (29) en 2002 y que incluye 29 estudios muestra que la incidencia de TNS es del 16,9% tras lidocaína, del 19,1% tras mepivacaína, del 1,7% tras prilocaína y del 1,1% tras bupivacaína. En este metanálisis el riesgo relativo es 6,7 veces mayor con lidocaína que con bupivacaína y 5,5 veces mayor con lidocaína que con prilocaína. La revisión de Zaric de 2003, y sus actualizaciones en 2005 y 2009 muestran que el riesgo relativo de TNS de lidocaína comparado con bupivacaína, prilocaína, procaína, levobupivacaína y 2-cloroprocaína es de 7,31 (30).
Los datos muestran que ni la baricidad, ni la concentración, ni la adición de vasoconstrictores tienen influencia significativa en la aparición de los síntomas de TNS.
** CONCLUSIONES **
Podemos concluir que:
• La anestesia espinal es una opción válida en el paciente ambulatorio, adecuando la técnica a los pacientes y a los procedimientos. Las ventajas que aporta son: rapidez en el tiempo de realización, bajo riesgo de náuseas y vómitos postoperatorios, bajo riesgo de complicaciones cardiopulmonares y mejoría en las escalas de dolor, con menor necesidad de analgésicos en la unidad de recuperación postanestésica. En los últimos años se han “rescatado” “viejos-nuevos” anestésicos locales de duración corta e intermedia, en un intento de buscar el anestésico ideal para la cirugía ambulatoria.
• Debido a su predecible duración de acción, la prilocaína hiperbárica al 2% es útil para el paciente ambulatorio sometido a cirugía de duración intermedia (entre 60 y 90 minutos), siendo una alternativa adecuada a la lidocaína y a la mepivacaína, con mucha menor incidencia de TNS. Respecto a dosis bajas de otros anestésicos de mayor duración de acción, el uso de prilocaína a dosis equipotentes muestra una recuperación más rápida y con menor incidencia de RAO.
• La literatura sugiere dosis de 40 mg para cirugía de miembro inferior, de 50-60 mg para cirugía abdominal baja, de 10 mg para cirugía perianal superficial y de 30 mg si involucra tejidos más profundos. En procedimientos ginecológicos y urológicos se han utilizado dosis de 50 mg, pero son necesarios más estudios de dosis para adecuar mejor las mismas. En todos los casos, la adición de fentanilo permite mejorar la analgesia postoperatoria sin efectos secundarios importantes.
** TABLA **
** BIBLIOGRAFÍA **
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